Alpes - Mont Blanc (4.810m)


Prólogo



Éramos 4 los que íbamos a realizar la expedición, Aranguren, Bujanda, Turri y Yo. El Montblanc era una idea que teníamos en mente desde hace mucho tiempo. Habíamos preparado la salida minuciosamente desde comienzos del año. Estábamos muy motivados. Tomamos la decisión de subir por la ruta de los cuatromiles, que es algo más técnica que la ruta normal por el refugio de Goüter, pero está menos transitada y es preciosa, además así no dependíamos de una reserva para un solo día en Goüter. Decidimos ir una semana entera para buscar una ventana de tiempo de 2 días, de los cuales el primer subiríamos al ‘Aguille du Midi’ en teleférico y subiríamos hasta el ‘Montblanc du Tacul’ para aclimatarnos y el día siguiente sería el día del Montblanc. Estaba preparado todo, habíamos entrenado duro y el jueves de la misma semana en la que nos marchábamos, Aranguren nos anunciaba que no iba a poder venir, fue una pena, pero la montaña no se iba a mover. Continuamos según lo previsto, solo que en vez de hacer dos cordadas de 2, haríamos una de 3.






Domingo, 20 de agosto de 2017

5:30 de la mañana; primer madrugón de la expedición… que pereza ¡En realidad, NO! Me levanto rápido de la cama, estoy emocionado, con ganas de comerme los Alpes y todavía sigo en Pamplona. Me recogen Turri y Bujanda a las 6:20, realizamos una carga efectiva para ponernos rápidamente rumbo a Chamonix.


Lanzados a la carretera, con los nervios a flor de piel y un sueño que cuelga de nuestros párpados como losas de hormigón. Bujanda hace el primer viaje, turnamos cada 3 horas. Tenemos alguna anécdota del viaje, pero no digna de ser contada, ya que perdería la gracia. ¡Eso sí! Acabamos agotados del viaje, que en principio iba a durar unas 11 horas y 30 minutos y pasó a durar 13 horas y media que se nos hicieron más largas que subir y bajar el Montblanc. Montamos rápidamente la tienda, cenamos y a la cama que mañana toca madrugón.








Lunes, 21 de agosto de 2017

5:00 de la mañana, suena la alarma, nos levantamos ágiles, desayunamos mientras terminamos de preparar las mochilas. Tenemos que ir rápidamente a Chamonix para conseguir aparcamiento gratis.
6:30 estamos entrando en el teleférico que nos sube de 1.000 metros a los 3.800 de la Aguille du Midi. Me noto un tanto nervioso, me analizo y encuentro la duda; ¿Me adaptare a la altura? ¿Será muy malo subir 2.800 metros de desnivel del tirón? ¿Aparecerá el mal de altura?

El teleférico llega a la Aguille du Midi en apenas 20 minutos. Nos ponemos el arnés, casco, crampones… todo lo necesario para sobrevivir ahí fuera y por último nos encordamos.

Salimos de la Aguille du Midi a través de una cueva, de repente estamos sobre una arista. Con unas vistas preciosas, pero, hacia la derecha una caída de 300 metros, en la que la técnica de auto detención de poco sirve ¿Y a la izquierda? ¡Se ve Chamonix, que está precioso! Eso sí, otra caída, esta vez de casi 3.000 metros. Las instrucciones son claras; si uno se cae hacia un lado, el otro se tira hacia el otro. ¡A ver quién tiene huevos de tirarse hacia Chamonix!



Una vez resuelto este primer obstáculo, llegamos al ‘Vallée Blanche’, una explanada a 3.500 metros donde plantamos la tienda y hacemos unos cuantos ladrillos de nieve para protegernos del viento. Dejamos, el saco, la esterilla y algo de comida en la tienda y a las 9:00 salimos hacia el Montblanc du Tacul (4.248 metros), 700 metros de desnivel que nos servirán para estar más aclimatados el día de mañana cuando nos enfrentemos al objetivo real.






A mitad de subida, a unos 3.900 metros, se nos hecha una nube encima que no nos abandonará hasta la bajada, aun así, decidimos seguir subiendo, la temperatura ha descendido un poco, pero lo que cae drásticamente es la sensación térmica al empezar a soplar un viento gélido desde el oeste. Sin embargo, como vamos a buen ritmo no nos percatamos demasiado, hasta llegar a 4.230 metros (aproximadamente) tenemos la cima delante nuestra, pero nos separa de ella una pared de roca y hielo, que no nieve.





Mientras el viento sopla con intensidad y el frío nos llega hasta los huesos, nos planteamos si rodearla y ascenderla por un lateral, lo que implica pasar por un balcón, del que, si te caes, adiós muy buenas, pero finalmente decidimos atravesarla por la pared de roca y nieve. Soy el primero en intentar sobre pasarla, me ato a un extremo de la cuerda y Bujanda me asegura, asciendo unos pocos metros y coloco una cuerda con un mosquetón como primer seguro. Sigo avanzando y me encuentro ante un paso lateral, en el que si resbalo me voy para abajo. Intento poner un tornillo de hielo, pero este está tan duro que el tornillo no entra. Tras 5 minutos de intentonas e incapaz de sacarme el frío de encima, decido que lo que tengo que hacer es moverme, así que decido seguir avanzando, a pesar de no estar asegurado. Cruzo el paso, me coloco en una buena posición, monto una reunión con otra cuerda y me dispongo a subir a mis dos compañeros.


Una vez han subido, empiezan a bajar otras dos cordadas que me arman un lío y me alargan el desmontar la reunión, tengo frío, mucho frío, necesito moverme de ahí. Así que desmonto la reunión y vuelo hacia arriba. Y en un minuto estamos en la cima, miramos el reloj y no nos lo podemos creer, nos ha costado superar los 18 últimos metros de desnivel casi 1 hora y media. Nos sacamos unas fotos en la cima y rápidamente bajamos a la ante cima donde se está más resguardado del viento, durante breves instantes la nube nos deja entre ver el Mont Maudit y el Montblanc, se alzan espectaculares.





A la bajada montamos un rappel para superar estos 18 metros, nos encordamos de nuevo e iniciamos el descenso. Bajamos a buen ritmo, pero sin prisas.




Llegamos a la tienda hacia las 16:00, los tres con un dolor de cabeza terrible, para colmo al llegar, las clavijas se habían soltado, como si la nieve las hubiese escupido, apañamos los vientos con los bastones y los piolets y entramos a la tienda a descansar. Bebemos mucha agua, comemos algo antes de cenar, sabemos que nos tenemos que alimentar bien para que el día de mañana no nos pase factura.



Empezamos a cocinar a las 18:00, nos damos un festín de pasta más que merecido. Al terminar, limpiamos la cacerola como buenamente podemos y nos ponemos a derretir nieve para mañana, la necesitaremos.



Son las 19:30, las cantimploras están todas llenas y nos metemos a dormir que en 5 horas y media suena la alarma. Pero, no consigo dormirme, mi cabeza está todavía muy activa. Pienso en el día de mañana, me entra el miedo, ¿seremos capaces? ¿Nos pasará factura el día de hoy? Son muchas horas, algún paso peligroso, las dudas empiezan a surgir, me noto la respiración agitada, mi corazón late rápido. Realizo unas cuantas respiraciones profundas, que me calman, pero pronto encuentro a mi cabeza pensando otra vez y con las pulsaciones alborotadas.







Martes, 22 de agosto de 2017

1:00 Suena la alarma, algo he conseguido dormir, pero que pereza, nunca había madrugado tanto. Bueno, a esto hemos venido ¿no? Desayunamos, recogemos un poco y nos preparamos.

Estamos saliendo a las 2:30, un poco más tarde de lo planificado, pero no está mal, se ven varias hileras de frontales subiendo por la pared del Montblanc du Tacul, allí por donde pasamos nosotros ayer. No hace excesivo frío, el reloj marca -0.5ºC , el cielo está despejado, hace una noche estrellada, a la luna no le toca aparecer esta noche. Estamos subiendo a buen ritmo, en 2 horas estamos en el collado de tacul (4.000m), nos toca descender un poquillo para poder empezar a subir al collado del Mont Maudit (4.350m). En los últimos 50 metros antes de llegar al collado nos encontramos con una pared de unos 70 grados de inclinación hecha hielo. Decidimos ascender haciendo uso de una cuerda fija que hay colocada, a pesar de que a Iñaki Ochoa de Olza no le hiciese gracia esta decisión, sin embargo, en esta ocasión hemos primado nuestra vida a su memoria. Tras un poco de complicación llegamos al collado del Mont Maudit, son las 6:30 de la mañana y nos tocan los primeros rayos de sol, estamos observando el amanecer más bonito que jamás hayamos podido contemplar, además desde aquí ya podemos ver la cima del Montblanc, todavía queda un rato, pero estamos contentos, tanto el sol, como ver la cima nos dan motivos para sonreír.



Sin embargo, las cosas no son tan bonitas, nos toca bajar para enfrentar la última pala y bajando un poco empiezan a doler mucho los pies, están muy fríos. Lo paso realmente mal durante 3/4 minutos, pero no puedo hacer otra cosa, hay que seguir andando, mientras intento mover los dedos para que haya algo de circulación.

Quedan 500 metros de desnivel para llegar a la cima, hacemos una breve parada para comer algo y beber, el viento nos golpea con severidad y rápidamente nos deja fríos. Empezamos a subir, nuestro paso es algo más lento. Nos quedan unos 250 metros, Bujanda y Turri aflojan el ritmo, y cada cierto tiempo, noto unos tirones de la cuerda que no me dejan avanzar a mi ritmo, tengo muchas ganas de llegar. Poco a poco vamos ganando desnivel, hasta que de pronto, nos encontramos en la cima.




Tenemos unas vistas preciosas, echamos unas cuantas fotos y nos ponemos a cubierto en la cara sureste de la cima, donde no sopla casi el viento, almorzamos un poco, que tenemos que reponer. Empezamos a hablar, todavía hay que bajar, pero realmente no nos lo creemos, estamos en el techo de los Alpes, en la cima del Montblanc (4.810 metros) ¡se ve todo! Nos sentimos felices, aun sabiendo que la cima está en el campo base. La bajada transcurre normal, salvo que al intentar descender del collado del Mont Maudit, tenemos que esperar a un par de cordadas, que nos retrasan alrededor de una hora.


Además, un poco más abajo nos equivocamos de camino y nos enfrentamos a un paso expuesto, sin huella y como no, le toca abrir huella, en una pared que no agarra mucho, al que va el primero de la cordada, que una vez más soy yo. Me cuesta un rato, insisto a mis compañeros que me tensen la cuerda por si caigo, vuelvo a insistir, avanzo y retrocedo unas cuantas veces, hasta que empiezo a hacer los escalones para poder pasar. Una vez pasamos este obstáculo y su correspondiente mal rato, empezamos a apretar, queremos llegar a las 5 al teleférico y andamos un poco justos ya que hay que bajar un buen cacho, desmontar la tienda y subir los 300 metros de la Aguille du Midi. Llegamos a la explanada donde está montada la tienda, pero todavía quedan 15 minutos hasta llegar a ella. Voy primero y empiezo a apretar. Cada nada siento los tirones de la cuerda, Bujanda me dice que no apriete tanto, yo insisto en que tenemos que llegar. En un momento, Bujanda se harta y se suelta de la cordada, hablo con Turri y me propone que me suelte yo también que vaya rápido a la tienda y empiece a desmontar, me parece una gran idea, así que empiezo atravieso veloz la explanada y llego a la tienda.

Son las 15:30 tenemos todo desmontado y empezamos a andar, tenemos 1 hora y media para llegar a la Aguille du Midi, parece que vamos bien de tiempo. Al poco tiempo de empezar a subir, me salgo de la cordada para quitarme el plumas y bastante ropa, llevaba un rato asándome, Bujanda y Turri siguen avanzando poco a poco, pronto les alcanzo pero no me ato a la cordada, Bujanda va muy bien marcando el ritmo y yo voy también muy bien a mi ritmo. Seguimos así hasta llegar a la arista que nos separa de la Aguille du Midi, esta vez si que me encordo, es el último obstáculo que nos separa de estar sanos y salvos y por nada del mundo quiero caerme hacia ningún lado.

Llegamos a la cueva, son las 16:35, hemos subido bien. Hablo con Bujanda de la discusión, que queda en nada. Ahora sí, celebramos la cima, la sonrisa no nos la podemos quitar de la cara, estamos felices, pletóricos. Yo personalmente, todavía no me lo creo, me cuesta asimilarlo. De hecho, sigo asimilándolo mientras escribo estas palabras sentado en la terraza del camping, observando las últimas luces que iluminan la cima del Montblanc, en la que hemos estado hace casi 12 horas. Nos separan 3.800 metros de desnivel, no parece tanto, de hecho, quizás no sea tanto. Quizás lo que realmente marca la diferencia, es la importancia que nosotros le damos, pudiera ser que, lo importante es lo que vivimos, lo que aprendemos, de quien nos acordamos mientras estamos en la montaña y no los 4.810 metros de altura, que la hacen la montaña más alta de los Alpes. Y digo quizás, solo quizás, porque visiones en esta vida hay tantas como personas.